jueves, 30 de enero de 2014

Crepúsculo High School

Había oído hablar a alguna amiga de una película titulada Crepúsculo. No recuerdo bien en qué contexto ni tampoco me enteré entonces de que se basaba en un libro, ni de que estaba siendo todo un fenómeno.
No sé cuánto tiempo después vi a varias personas con el libro de marras en el metro y me picó la curiosidad: no de leer el libro que por la portada tenía un tufillo insoportable a bestseller, sino de ver la película con toda la contradicción alto-bajo cultural que eso supone…
Me sonaba haber visto escenas delirantes de un partido de beisbol a saltos voladores por lo que me daba bastante pereza, pero las noches son largas y por aquel entonces Megaupload lo hacía todo tremendamente accesible.

45 primeros minutos de fama
Cuando vi la película, lo primero que me llamó la atención fue la ambientación boscosa y deprimente. Ese tipo de escenarios tan verdes y austenianos para mi siempre suponen un plus, porque además del rollo inglés me recuerdan a Expediente X y, en mi caso, eso siempre es un punto positivo.

Bella apesadumbrada entre sus sábanas lavanda

 La verdad es que vi la película sin ningún contexto y creo que eso jugó a mi favor. Cuando empecé a verla ni siquiera recordaba que trataba de vampiros por lo que, dejándome llevar, recuerdo que me gustó el rollito morboso de la protagonista mudándose de ciudad y empezando una vida nueva con instituto nuevo incluido.
Este tipo de cliché, habitual en películas muy dispares del género como Mean Girls o de nuevo Grease, me gusta bastante porque suele conducir a un tipo de personaje por lo general atrayente y encantador: la chica (o el chico) nuevo y diferente que lo cambia todo.
Esas primeras escenas de Bella observando sus nuevas sábanas color lavanda, Bella como carne fresca acosada por todos los chicos del instituto, Bella moviendo la melena y expandiendo su olor ante el ventilador, Bella en la comida y sus comentarios secos pero ingeniosos sobre posibles artículos para el periódico de la escuela sobre el relleno en los bañadores del equipo de natación…, son impagables.


Analizando una cebolla en clase

Amor taquillero

El plato fuerte llega con el primer encuentro entre los dos protagonistas, Bella y Edward. No en el que están sentados juntos en clase de biología y el parece que va a vomitar, sino cuando se ven por primera vez en la cafetería y, aunque él es inalcanzable y nunca se ha interesado por ninguna chica del instituto, no puede evitar mirarla a ella que, por supuesto es diferente y especial, the only one.

Cliché tras cliché se descubre el pastel sobre su identidad vampírica y tras unas cuantas escenitas de calentamiento flojo y edulcorado –atropello y caballero andante evitando accidente y toqueteando lo justo de paso– llega la escena de sexi prebeso y sexi primer beso con ligero forcejeo en el cuarto de Bella. Y ahí se acaba.
Ya que, por desgracia, esta escena es el clímax de la película y el resto se puede perfectamente dejar de ver y, como mucho, quizás saltar a la tercera, la cuarta o la quinta entrega fílmica y “ver” cómo finalmente “echan” un polvo (Aviso: véase sin expectativas).


Prebeso, primera película

Para conseguir ver esto, o llegas a la tercera o nada...

A pesar de todo, y sin un contexto que te haga consciente del carácter anticuado, sobreprotector, machista, frígido y ultracatólico que en entregas posteriores desvela tener el famoso Edward Cullen, en esta primera película sientes la emoción primigenia que sólo ciertas películas de instituto son capaces de provocarte cuando piensas y te dejas seducir por lo que en principio podría parecer una fuerte y poderosa relación de tensión sexual provocada por el hecho de que él es un vampiro y, si se pasa al excitarse y meterla mano, la mata.
El problema es que la historia no continúa así y, si sigues viendo y observando, pronto la trama te saca de tu feliz engaño.
Si la “novela” o las posteriores películas hubieran desarrollado debidamente esa trama, acrecentando la tensión, desarrollando a los personajes, etc. etc. entonces podríamos seguir hablando de la saga Crepúsculo pero, viendo la moralina y la vaguedad del resto de películas para mí, sólo merecen la pena los primeros 45 minutos de la primera entrega.

Crepúsculo High School o por qué esos primeros 45 minutos merecen la pena como película de instituto
Crepúsculo como película de vampiros es algo que ni siquiera voy a mencionar. Los Cullen podían haber sido vampiros como millonarios a lo Cincuenta sombras de Grey, como una familia que se enfrenta a otra en la Verona renacentista o como las  bandas de latinos contra estadounidenses de West Side Story, es decir, un cliché para destacar esa faceta de opuestos que se atraen (star-crossed lovers), personajes inalcanzables y peligrosos para chicas o chicos “del montón” que van a ser las/los que les cambien bla, bla,bla… un cliché que es un recurso universal y clásico tan válido como cualquier otro y que desde luego puede ser de lo más interesante pero, sólo, si se sabe manejar y, más allá de las escena pseudocachondona del beso, en este caso, no sucede así.

West Side Story

Francesco Hayez. El beso, 1859. Incluso en el siglo XIX, había más chicha.


Pero, la suma de un baile prom y escena de elección de vestidos, escena generacional de charla padre-hija, personaje inalcanzable que se fija y enamora locamente por personaje anodino creado para la autoproyección y deleite del espectador, encuentros furtivos y tensos entre los futuros “amantes” por llamarles algo, charlas con amigas en el patio del recreo o el comedor, personajes generados para provocar celos y tensión en la trama (la camarera de voz sexi en el restaurante de Port Angeles, el rubio graciosillo e insistente que quiere ir con Bella al baile pero luego va tranquilamente con otra o Jacob, mejor amigo/posteriormente lobo/estereotipo exótico navajo-latino en contraste con Cullen/objeto sexual), taquillas y flirteo en taquillas (mi favorito como ya mencioné al hablar de My so called Life)… a mi parecer hacen de los 45-60 primeros minutos de Crepúsculo, y a pesar de muchos momentos bochornosos, una buena peli adolescente de instituto.

Para que esta fórmula funcione, vuelvo a advertir de que es necesario no seguir viendo la película una vez pasada esa franja temporal, no saber nada de las posteriores entregas y desde luego no leer los libros, no por nada, sino salvo por el hecho de que están tan mal escritos que, probablemente, tus ojos derramarán más sangre de la que se ve en total en las cuatro o cinco películas que se han hecho.

Nota: Siento que las imágenes sean de tan mala calidad :( 

martes, 21 de enero de 2014

Menos que cero


Pensaba dedicar este post únicamente a la primera novela escrita por Bret Easton Ellis, Menos que cero (1985) pero al final me he animado, y dedicaré algunas palabras a la película.

Como todo el mundo insiste -imagino que porque aparece así en Wikipedia-, le convirtió en millonario y la escribió con 21 años mientras aún estudiaba en la universidad. Se suelen mencionar estos datos como algo tremendamente positivo, dado que ser "tan" joven y publicar una obra en su momento tan leída y controvertida, se interpreta como algo bueno.

Sin embargo, parecemos olvidar varias cosas: 21 años son pocos, pero bien vividos son unos cuantos. Y, por lo que nos dicen, en los 80 se debía vivir bastante. Pero, si tenemos en cuenta que otros escritores han sido verdaderamente precoces como, por ejemplo, Jane Austen (sus primeros escritos son de 1787 -nació en el 75-) o Anaïs Nin que escribió sus llamados Diarios de infancia de los 11 a los 17 años, 21 años no parecen tan pocos. De hecho, Ellis confiesa haber escrito desde que era un niño pero, al hablar de Menos que cero, la crítica resalta la juventud y las ganancias desorbitadas que generaron las ventas de la novela no por sus méritos que son muchos (de hecho le pagaron en un primer momento 5000 dólares e imagino que algo más tardaría en conseguir ser millonario con el libro), sino porque destacando estas variables se construye una narración biográfica laudatoria conforme a unos valores en los que el progreso y la valía se miden en función de la fama y el dinero. Valores que creo que Ellis, precisamente con esta novela, trataba de criticar atentando contra uno de los paradigmas americanos favoritos: el de la dorada y sinuosa California, con Los Angeles, Hollywood y sus estrellas como principales ingredientes.

La novela no me entusiasma. Me parece que es parca, confusa, con poco ritmo y en ese estilo tan despojado, aburrido y directo que me aborrece pero que encanta a los fans del Gran Gatsby y el dichoso Guardián entre el centeno.
Gustos a parte, la novela fue un bombazo por hacer menciones explícitas -desde la óptica fría y distanciada de Clay, el protagonista- a temas como la droga, el sexo forzado, la homosexualidad, la muerte o la prostitución. Y aunque yo me pregunto si es que toda esa gente a la que le impactó tanto no había leído a ningún autor europeo (¿Hola?¿Bataille?), o incluso a los tan mencionados autores de la generación Beat (por lo menos a Burroughs) o al pobre Henry Miller; imagino que el quid de la cuestión está en cómo Ellis sitúa una trama tan descarnada en Hollywood, la tierra de los sueños, y para más inri, protagonizada por una clase social pulcra y adinerada y, por lo tanto, supuestamente ajena a la suciedad y la depravación que rodea a aquellos que pertenecemos a otros estratos sociales.

En definitiva, la imagen que me viene a la cabeza con esta novela es la de las piscinas de David Hockney sólo que, alguien, se ha cagado en ellas. 

Un agua sucia y turbia.

David Hockney. Retrato de Nick Wilder, 1966.
He elegido esta piscina, porque parece que lleva regalito.
Y eso, a pesar de que en libros anteriores como Hollywood Babilonia de Kenneth Anger (publicado en francés en los 50 y en inglés en los 60 aunque prohibido hasta mediados de los 70) o en el reciente Servicio completo de Scotty Bowers (2012) ya se contaban los tejemanejes de Hollywood y sus estrellas, aunque imagino que la diferencia la marcan las franjas de edad teenager con la que trabaja Ellis y, desde luego, el estilo ausente con el que narra la historia. He de decir que, aunque no es mi forma de escribir favorita, creo que le va muy bien a la novela para conseguir un efecto dramático externo sin dramatizar de manera interna. Es decir, el drama lo pone el lector ante la ausencia que genera el escritor. 

En Historias del Kronen, que inevitablemente me ha venido a la cabeza al leer Menos que cero (básicamente esta novela ahora me parece un Menos que cero castizo, no por nada sino porque se publicó bastante después), el drama se carga en los sucesos más que en el tono y, bueno… el resultado es otro. Historias del Kronen no me gustó nada, aunque se le dio mucho bombo y vino muy bien para importar la chorrada de la Generación X, no sé si madrileña o española, con abanderados como Lucía Etxebarría, José Ángel Mañas y Ray Loriga que me da a mi que, como los demás, se hace bastante pis con Easton Ellis. 

Golpe al sueño americano (1987)
Comentaba al principio que sólo pensaba hablar de la novela pero… buscando información me topé con la película Golpe al sueño americano (nuestra bonita traducción para el título original Menos que cero) realizada en 1987 y con un elenco formado por Robert Downey Jr., y el dúo que ya vimos en La chica de rosa formado por Andrew McCarthy (en el papel de un trajeado Clay) y James Spader como el maligno Rip, aunque en realidad en el libro este personaje se corresponde con Finn, proxeneta y traficante de drogas.



Fotogramas de Golpe al sueño americano.
No quiero extenderme con la película así que os dejo este vídeo de YouTube. Una conferencia en la que Ellis cuenta, entre otras muchas cosas interesantes, su experiencia con las adaptaciones fílmicas. Evidentemente la que hicieron de Menos que cero no tiene nada que ver con el libro y, de hecho, en Suites imperiales -secuela escrita en 2010-, hay un pasaje en el que Clay cuenta lo decepcionado que se siente con el modo en que tratan su vida en la película porque, a diferencia de lo que pasa en el libro, no tiene nada que ver con él.

Me da mucha pena haber leído el libro antes de ver la película porque, de otro modo, podría haberla disfrutado como una película de consumo adolescente con ciertos toques turbios. Después de leer el libro esto no me ha sido posible, pero si aguantáis a Robert Downey Jr., queréis ver la aparición que hace un jovencísimo Brad Pitt y estáis de humor para ver una peli de teenagers pasaditos, os la recomiendo.

lunes, 13 de enero de 2014

Stranger than Paradise





Stranger than Paradise. Una película americana
El paraíso tiene cuatro paredes. No importa cuánto lo busques. No importa, tampoco, si lo encuentras o no. El paraíso es una sucesión de paisajes idénticos, de cuartos pequeños, semivacíos, con cuatro paredes, iguales.
Un apartamento de Nueva York, una casa en Cleveland o un cuarto de hotel en Florida. El paraíso sólo tiene cuatro paredes.


El nuevo mundo. New York, New York

Eva (Eszter Balint) avanza, por primera vez, por las calles de una Nueva York decadente, sucia y lamentablemente irreconocible hoy día. Sólo le acompañan los aullidos de Screamin’ Jay Hawkins, un hombre salvaje al que adora, una maleta y una gran bolsa.




Eva, la primera mujer, llega al nuevo mundo en el que le espera su primo Willie (John Lurie) otro Adán que, como ella, ha huido de una tierra que tampoco resultó ser la prometida. Ansioso por alardear ante su prima de su casi recién estrenado estilo de vida americano, Willie terminará por encariñarse con Eva con quien comparte diez días y todos los secretos que ha aprendido sobre el gran sueño americano: consejos sobre música, ropa y expresiones coloquiales –ahogar al cocodrilo en vez de pasar la aspiradora–, las Tv dinner (bandejas desechables de comida congelada para cenar ante el televisor), los cigarrillos Chesterfield –saben igual en todas partes– y la televisión encendida a todas horas. Diez días de humo y de una laxitud casi asfixiante que terminan con un beso en la mejilla, Eva marchándose a Cleveland y su vestido en la basura.


Un año más tarde los amigos Willie y Eddie (Richard Edson) “ganan” seiscientos dólares en una partida de póker y deciden visitar a la encantadora Eva que, no sólo se ha adaptado al riguroso clima de Cleveland, sino que además trabaja en un Hot Dog y se ve eventualmente con uno de sus compañeros.

Todos juntos juegan a las cartas con la tía Lottie, van al cine y descubren que en el triste y árido Cleveland se sienten exactamente igual que en Nueva York. ¿Por qué si estoy en otra ciudad todo me parece lo mismo?



Sólo queda una opción y es visitar Florida. El verdadero paraíso donde hay playa, chicas en bikini y hace calor. Tras “secuestrar” a Eva reemprenden su particular road trip.



Ataviados con gafas de sol, un cuarto de hotel se convierte en la sede del tan ansiado paraíso. El tiempo continúa pasando despacio y los lugares parecen ser, de nuevo, iguales. La blancura de un lago helado se confunde con la de la espuma del mar o con la de la arena de la playa (1).
El sentido del humor del destino y un par de golpes de mala y buena suerte termina por separar a este grupo de extraños íntimos.

Dirigida por Jim Jarmusch en 1984 Stranger than Paradise narra sin narrar en tres actos un episodio concretamente inconcreto de la vida de tres jóvenes. Aparentemente insustancial y despojada, Stranger than Paradise sugiere abiertamente sensaciones y sentimientos sin narrarlos, describirlos ni desarrollarlos tal y como pasa tantas veces en la vida misma: las cosas solamente son, no pasan y, a veces, ni si quiera las vemos.
Lo que en 1984 Jarmusch convirtió en el primer acto del film fue en un primer momento un corto que realizó junto con su actor principal y compositor de la BSO John Lurie. Posteriormente, consiguió de Wim Wenders los medios necesarios y realizó los dos actos siguientes (Un año más tarde y Paraíso) en los que aumentan progresivamente el cinismo y los toques surrealistas de sentido del humor.




Considerada un paradigma del cine independiente que estaría por venir, Stranger than Paradise fue elogiada por romper con los convencionalismos del cine norteamericano en lo que imagino que fue el asumir los de la Nouvelle Vague francesa (al menos en el ritmo y los tempos del film que, no sé si es por algo tan tonto como el blanco y negro o que Lurie y Belmondo llevan sombrero, pero no puedo evitar que me recuerden a Al final de la escapada incluso cuando no se parecen en nada), y otras referencias como la literatura beat (Willie se define como un Hipster y se viste como un gángster, los viajes en coche por la carretera, las relaciones a tres…), pasado todo ello por el filtro del Nueva York de Andy Warhol o como dijeron en la crítica del New York Times “…Stranger than Paradise parece una película de Buster Keaton escrita por Samuel Beckett y Jack Kerouac y dirigida por Andy Warhol”.

Una película, de nuevo adolescente, que comparte época con títulos como La chica de rosa, Los Goonies, ET o Rebeldes, por lo que al contemplarla –y he aquí la gran ventaja del paso del tiempo– se puede disfrutar con deleite de las otras cosas que por aquel entonces estaban pasando.

Feliz 2014...


(1) La fotografía del film es de Tom DiCillo que, además, hace un cameo e interpreta al vendedor de billetes de avión en el aeropuerto. Un personaje anodino que, sin embargo, desencadena sin quererlo ni saberlo el desenlace de la trama.