viernes, 27 de diciembre de 2013

Pretty in Pink



El rosa como camuflaje ¿político?
Hay algo en el argumento de La chica de rosa (1986) que nunca ha terminado de convencerme. O mejor dicho, pero peor expresado, hay algo que me chirría.
La película me fascina por múltiples razones de las cuales, algunas, son las que creo que la han convertido en un película de culto (el color rosa, su reparto, la banda sonora, la ambientación, los personajes, los outfit, el mensaje, ¿he mencionado ya el color rosa?…) pero no creo que haya sido la trama lo que ha consagrado a la película.
Puede que, muy probablemente, me falte contexto –nunca he sido una teenager norteamericana en la década de los 80–, o que le falte contexto a la película pero, el hilo conductor de la desigualdad de clases que recorre el film, siempre me ha chocado bastante. La película es de 1986 y para aquel entonces la clase media estadounidense –a la que se retrata a través de la historia del amor y la cotidianeidad de los personajes protagonistas– ya estaba más que consolidada por lo que la historia shakesperiana de bandos enfrentados por la diferencia, siempre me ha descuadrado un poco. Al menos en esta década.

Grease, que es del 78 pero se ambienta en los 50, juega también con esta idea y, sin embargo, no me chirría tanto aunque quizás no sea el mejor ejemplo que pueda poner ya que es una película que me genera bastantes problemas (ya contaré otro día por qué).


Pretty in Pink.
Grease.
Volviendo a La chica de rosa… quizás si el enfrentamiento se hubiera llevado por el lado de las tribus urbanas –cuando además estéticamente en esta película se ha connotado tantísimo la procedencia de cada personaje con su estética y sus outfits– o la clásica rivalidad de instituto entre losers y populares me chocaría menos el argumento, aunque la “clásica” lucha entre Reinas del baile y Empollones probablemente le habría restado dramatismo, y desde luego romanticismo, a la película.

Por ello y pensando en el hecho de que las “diferencias sociales” fueron un recurso al que habitualmente recurrió John Hughes –autor y productor de La chica de Rosa pero también director de otros muchos títulos fundamentales para el cine de género adolescente como 16 velas, The Breakfast Club, Some Kind of Wonder o la saga de Solo en casa– en sus obras de los 80, creo que lo que la trama intenta hacer es hablarnos –con una historia dulce, apasionada, moderna y muy juvenil– de la situación y el contexto de la Norteamérica del momento en la que gobernaba Ronald Reagan, el paro estaba a la orden del día, la política interna era extremadamente insensible hacia los problemas sociales y el bienestar de las instituciones públicas, la pandemia del sida era un hecho imparable, la política exterior era tremendamente agresiva… nada que no nos suene ni que, lamentablemente, no nos resulte familiar.
Y, sin embargo, John Hughes habla de todo esto sin hacerlo, planteando una historia en la que una maravillosa Molly Ringwald no se siente cómoda saliendo con un no menos maravilloso Andrew McCarthy por cuestiones de clase.
Pretty in Pink. Conflicto en la calse de gimnasia.
La película no es ni muchísimo menos política y esta interpretación es personal, pero son muchos los films de esta década que –en clave romántica o de humor como en Entre pillos anda el juego (1983) o Flashdance (1983)– plantean asuntos similares generando, a través de un cine de gran consumo y sin demasiadas pretensiones, una pequeña brecha en el maravilloso sueño americano. No se nota, prácticamente no se ve, pero está ahí.

Pink oda. Difference oda
Al margen de mis idas y venidas en torno al argumento la película me gusta tanto que no sé ni por dónde empezar a hablar de ella.
Si mencionábamos que el problema de la clase es uno de los hilos conductores de la película también lo son la música –la selección es magistral y probablemente una de las mejores bandas sonoras de la década–, la búsqueda del yo individual y diferente, y el color rosa.
El rosa es un color menospreciado y vilipendiado, considerado “de chicas” y por ello minusvalorado y, sin embargo, la protagonista lo ensalza con su vestuario, con su estilo y con su actitud independiente y segura de sí misma con la que da una lección a tantos otros personajes cinematográficos femeninos cuando, abandonada por su pareja para el prom, decide ir ella sola y aparecer en el baile sin complejo alguno (Tomad nota y, a ser posible ejemplo, queridas Carrie Bradshaw).

Fotogramas de Pretty in Pink.
Andie (Molly Ringwald) no podría estar mejor que llevando esos leggins tie dye con camisa rosas, el mítico vestido de encaje barato y satén que ella misma se hace para el baile, sus chalecos de ganchillo, sus chalecos de flores, sus pendientes desparejados o sus medias rosa pastel a juego con su cuarto y su bata rosa son espectaculares, icónicos y ultramodernos.
Los otros personajes no se quedan atrás, el look estrafalario de Duckie, los trajes de lino y los mocasines ¡¡sin calcetines!! de Blane (Andrew McCarthy) y Steff (James Spader) o los estilismos de Iona, mi favorita, que pasa del rollo Siouxie al estilo falda de tubo de los 40 con un tocado futurista a lo Regreso al futuro, al look sixtie de su prom, el oriental chic con pelucón rubio y el yuppie ochenteno del final de la película con perlas y permanente corta incluidos. Un personaje que se reinventa y se divierte haciéndolo, que dirige su propia tienda de discos y que sirve de modelo a seguir para Andie.
El papel de Iona se le ofreció previamente a Angelica Huston (la idolatro pero creo que hubiese sido demasiado mayor) y para Tracy Ullman (que además de demasiado británica creo que le hubiese quitado el toque sexi que Annie Potts aporta al personaje y a la subtrama en la que Duckie y ella tontean descaradamente).


Estilismos de Iona en Pretty in Pink.
Este último dicen que ha inspirado a Lady Gaga para uno de sus conjuntitos.
 El papel de Andie siempre se pensó para Molly Ringwald (se comenta que no tuvo claro al principio si aceptarlo ¿WTF?) pero algo más difícil fue dar con Duckie ya que en un primer momento se quería contar con Anthony Michael Hall (demasiado repetitivo en mi opinión pues ya salía con Ringwald en 16 velas y Breakfast Club) y luego con Robert Downey Jr aunque hasta el Cazachicas no se toparía en el camino de Molly ya que fue un estupendo Jon Cryer el que se hizo con un papel. Todo un acierto y es que incluso cuando se cambió el primer final pensado para el film (en el que su idolatrada Andie y él acaban juntos) Cryer pasó a la fama gracias a los diálogos brillantes de su personaje, su pasión y la escena memorable en la que baila a Ottis Redding. Como curiosidad, la Duckette a la que Duckie conoce en el prom es Kristy Swanson, protagonista en 1992 de la película –que luego originaría la serie– Buffy la  cazavampiros.
No querría yo olvidarme, como si lo ha hecho la industria del cine, de Harry Dean Stanton. Un actor excelente que representa al padre de Andie en este film dándole un verismo y una ternura al personaje como ya lo haría en otras de sus películas como Alien o, mi favorita, Paris Texas.

Momentos Top Ten
Para terminar, enumerar algunos de mis momentos favoritos del film:
1-Que la película surgiera y se inspirara en la canción de Psychedelic Furs que le da título, Pretty in Pink (1981).
2-James Spader. Me gusta especialmente cuando Andie le rechaza al comienzo de la película, pero su pelazo, sus muecas y su actitud le convierten en uno de mis personajes favoritos.
-You´re a Bitch.
-I have taste.
3-Andie de compras. Una dependienta la mira de arriba abajo con cierto desprecio y Andie se tapa, ligeramente avergonzada con su chaqueta. ¿Os suena? Volveríamos a ver este momento años después en otro film también inspirado en una canción, Pretty Woman ¿Casualidad?
4-El baile nostálgico que se marcan Andie e Iona escuchando Cherish de The Association.
5-El momento clarividente de “avance tecnológico” –y de los tiros que tomarían las relaciones online en la era de Internet– cuando Blane tontea con Andie usando unos truquitos bien buenos del MS-Dos en sus gigantescos Pcs.
Pretty in Pink.
Pretty Woman.
6- El minipapel de Gina Gershon (iniciando por aquel entonces su carrera) como amiga pija-tonta de una de las antagonistas de Andie, un tipo de relación que veremos repetida en muchas películas posteriores desde Mean Girls hasta Gossip Girl.
7-La charla “metafísica” que tienen Duckie y el portero (el humorista Andrew Dice Clay actor principal del terrible film Las aventuras de Ford Fairlane, el detective rocanrolero) de la discoteca donde no le dejan entrar sobre el amor. ¿Conclusión? Love is a Bitch.


Fotogramas de Pretty in Pink.

8-El beso robado que Duckie le propina a Iona.
9-El primer beso de Andie y Blane. Muy realista, aunque no tanto como mi beso realista favorito (véase Mujercitas, a Winona Ryder y Christian Bale. Hay babas, no digo más).
10-Todo lo que sale de color rosa.
        
Pretty in Pink. Diseñando el mejor vestido para prom ever.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Somos las Stains y ¡No nos abrimos de piernas!



Para Mary Muffins Djs, con mi amor y mi eterna admiración



Ladies and Gentlemen, the Fabulous Stains!

Hasta hace apenas unos días no tenía ni idea de la existencia de esta película. En este caso, no me siento como una completa ignorante –aunque pueda serlo– ya que la película es prácticamente desconocida.



Para muchos es un título de culto –he de decir que no me extraña pues, tras haberla visto estoy completamente obsesionada con ella– pero, como buen film de culto, nunca pudo verse en los cines tras un pobre estreno en una sala de Denver que, probablemente, no fuera la mejor ciudad del mundo para proyectarla. Desde su “estreno” en 1982 la cinta se exhibió en distintas salas de arte y ensayo norteamericanas y de ahí, directamente pasó a la televisión. Hasta 2008, casi 30 años después de su primera aparición, no se hizo un DVD con la película que ahora, vía Internet, es relativamente fácil de encontrar o descargar.



Ladies and Gentlemen, the Fabulous Stains! trata la historia de tres adolescentes que forman una banda y huyen, de gira, de la gris y deprimente ciudad suburbial en la que viven. Pronto su look radical y sus actuaciones desafiantes llaman la atención de la prensa local y, una vez en los medios, acaparan la atención de cientos de jóvenes que, como las Stains, se sienten desencantadas y dispuestas a todo para marcar la diferencia.


The Stains. Foto: Caroline Coon.
Tras un primer concierto de las Stains en el que predomina la actitud frente al talento musical, la banda va ganando confianza y pronto triunfan en el mundo de la música aunque, como suele pasar para que las historias no sean demasiado bonitas, pronto descubren que el éxito tiene doble cara y que la fama es más amarga de lo que parece.



We don´t put out

Una de las primeras cosas que dice en su primer concierto la protagonista Corinne “Third Degree” Burns, protagonizada por una catorceañera Diane Lane tras rechazar el papel una catorceañera Jodie Foster, es: “We don´t put out”, es decir, “no nos abrimos de piernas”. Evidentemente el significado de esta frase no es literal sino que es una declaración de intenciones y principios, un desafío lanzado a una audiencia poco amistosa –pueblerinos americanos patriarcales y heterocéntricos– a los que se les está avisando que tengan cuidado: los roles han cambiado, ya no pueden hacer lo que quieran contigo, ya no pueden decirte qué hacer y qué no. Nadie te jode y, por lo tanto, no te abres de piernas.


De hecho, esta idea de empoderamiento femenino/feminista se percibe nada más comenzar la película cuando Corinne deja su trabajo en un restaurante de comida rápida y se enfrenta a su jefe, o cuando se ríe en el camerino del cantante de The Looters, grupo al que las Stains van a ver a un concierto y al que siguen y talonean para, posteriormente, terminar convirtiéndoles en sus teloneros y mofándose de ellos con una versión mejorada de su tema, The professionals. Otro ejemplo es el relato que la reportera local hace del fenómeno “skunk” (mofetas, como se llama a las fans de las Stains por su pelo teñido de blanco y negro) apelando a la capacidad de las Stains para alterar el orden femenino conocido, involucrando a otras chicas para que cuestionen y critiquen aquello que las rodea.

Este legado, en mi opinión el más importante de la película, lo recogieron como relevo muchas bandas y cantantes posteriores, declaradas fans del film, desde Courtney Love hasta las Bikini Kill.

 


En cuanto a The Looters (grupo que en el film está formado por el actor Ray Winstone, Steve Jones y Paul Cook de los Sex Pistols y Paul Simonon de The Clash), para mi son de algún modo la representación hegemónica y estereotipada de los grupos punk que triunfaron a finales de los 70: británicos, inconformistas, poco respetuosos con sus “antecesores” musicales… pero, sobre todo, una especie de contrapunto de las Stains ya que, así como ellos se mofaban de los Metal Corpses (el grupo ¿Glam? que en teoría inicia la gira como estrella de cartel y que abandona tras morir de sobredosis su bajista), las Stains terminan superándoles a ellos.



Pero si en algo se parecen los Looters a los grupos a los que representan en la ficción, es en su actitud hacia las Stains ya que, como tantos otros, ante la falta de habilidad técnica entonan la eterna perorata de que las chicas no saben de música y/o no pueden ser rockeras sólo que, cuando demuestran que sí lo son, ellos siguen insistiendo en hacerlas de menos y en presentarlas como un fraude comercial ante sus fans.

The Looters. Foto: Caroline Coon.

We are skunks

La película, escrita por la guionista Nancy Dowd, se titulaba originalmente All Washed Up y, entre otras cosas, muy probablemente pretendía desmitificar la escena musical del punk y visibilizar los esfuerzos femeninos a nivel musical, ideológico, estético y mucho más. Esto se percibe en el film pero no tal y como Dowd debía querer –se intuye que algo pasa con el final ya que éste no termina de cuadrar– lo que, sumado a ciertas intromisiones sexistas durante el rodaje le llevaron a firmar el guión con un seudónimo pues el resultado no fue el que esperaba cuando hizo el texto.



A pesar de ello, la película es excelente. Tiene ritmo, y no sólo por canciones como Waste of Time, sino por cómo encajan los personajes –a cada cual más llamativo como por ejemplo una jovencísima Laura Dern que, con sólo 12 años, tuvo que deshacerse de la custodia de su madre para poder ir a rodar a Canadá–, por lo que nos cuentan y por el modo en que lo hacen.



Dibujos de Caroline Coon.
En este sentido la intervención y asesoramiento de Caroline Coon quien ideó los estilismos de la protagonistas –uno de los platos fuertes del film y todo un referente de estilo hoy en día– fue crucial ya que dotó a la película de una veracidad, un realismo y una fuerza visual que no se encuentra en otras cintas –de temática parecida o no– de la época.



Son muchos, en definitiva, los motivos para ver Ladies and Gentleman, The Faboulous Stains! pero, teniendo en cuenta que todavía, en muchos sitios se censura el entusiasmo y la libertad de criterio, merece la pena ver este film para recordarnos que las convenciones están para saltárselas y que, como decía Emma Goldman: “If I can´t Dance, I don´t want to be part of your Revolution” o, como dicen las Stains: You can be different from all the other girls. 


lunes, 9 de diciembre de 2013

Fuera de onda



Últimamente me siento un poco fuera de onda. Una sensación inoportuna y medianamente familiar que, en esta ocasión, me ha hecho pensar, entre otras cosas,  en la película que Amy Heckerling rodó en 1995 con la por entonces muy popular Alicia Silverstone.




Fuera de onda o Clueless, en su idioma original, fue una adaptación cinematográfica teenager y noventera –cuando los noventa eran sinónimo de skaters, superposiciones y bolsos de plástico y/o transparentes– de la novela Emma, escrita por Jane Austen en 1815.

Como en la novela original, Clueless trata sobre una joven guapa y rica que intenta impulsar socialmente a sus amigas menos favorecidas ayudándolas a encontrar su pareja idónea. La película traslada las situaciones de esta torpe casamentera desde la Inglaterra de Regencia a Beverly Hills, cambiando las cintas y las muselinas por los zapatos de plataforma y los vestidos súper ceñidos, además de rebautizar a la protagonista como Cher, igual que la cantante que, algo fuera de onda por aquel entonces, debió animarse con el optimismo contagioso de su tocaya y lanzaba, tres años más tarde, el disco Believe con el que volvió de lleno a las listas de éxito.

Adaptación cinematográfica de Emma, 1996.
Brittany Murphy y Alicia Silverstone en Fuera de onda.
Fuera de onda lleva un clásico de la literatura a los pasillos de un instituto en el que, como buena película de cheerleaders y taquillas, hay fiestas, bailes, flirteos, desengaños y todo tipo de situaciones propias del género cinematográfico adolescente. Al igual que en la novela de Austen, la protagonista se nos presenta al principio como chirriante y superficial pero la antipatía inicial que produce el personaje (similar a la que causa Reese Witherspoon en los primeros minutos de Una rubia muy legal) se va traduciendo en simpatía según van transcurriendo los acontecimientos de la trama.



Quizás algo más de soslayo que en la novela, el film trata el “drama” adolescente de aquellos que no consiguen ser populares en esos terribles institutos norteamericanos en los que no parece haber nada más importante que ser los reyes del baile aunque, la amabilidad condescendiente y azucarada de la protagonista con aquellos que “no son populares”, genera un hilo conductor mucho más amable y humorístico que el que se puede ver en otras películas similares como La chica de rosa o, de manera mucho más dramática, Carrie.





Pero si algo hace verdaderamente atractiva a Fuera de onda es su estética y el modo en que adelantaba algunos elementos propios de la adolescencia que, por entonces eran incipientes pero que hoy son una realidad plenamente asentada. Una vez superado el sonido Seattle y el tie-dye grunge de comienzos de la década, Fuera de onda supuso una apuesta por la trivialidad, el color, los materiales sintéticos, los bolígrafos con pompón, la normalización de la sexualidad adolescente y las nuevas tecnologías representadas, entre otras cosas, por los móviles tamaño mando a distancia que no sueltan –ni en clase de gimnasia– las protagonistas.



Fuera de onda no hace uso ni de los pechos desmesurados ni de la ingenuidad que se podían ver en algunos ejemplos del género adolescente de los ochenta sino que introduce, a nivel comercial, conversaciones sobre pérdidas de virginidad y otras prácticas sexuales sin hacerlas parecer algo obsceno o poco natural. En el polo opuesto estarían las películas de Gregg Araki o la polémica Kids de Larry Clark en las que la realidad es la misma pero en las que el tono y la sordidez surrealista las alejó del mainstream reduciendo su alcance y, por tanto, su influencia incluso cuando hoy, son películas de culto.

Escenas de Fuera de onda.

Fuera de onda es la crónica anunciada de una generación hipercomunicada y tecnológica y, aunque el argumento y la intención del film, no incidieron en estos aspectos, no puedo evitar ver la película sin sentir que hay resquicios que me hablan de los inicios de al menos una parte de la cultura adolescente que existe hoy en día.



A pesar de la que película recogió tras su estreno buenas críticas, y de que otros films como Mean Girls o la serie Gossip Girl han recogido en cierto modo el legado de esta película y, a pesar de que Alicia Silverston se convirtió en una de las divas teen más aclamadas del momento (junto a Liv Tyler con la que se consagró gracias al bombazo del vídeo Crazy de Aerosmith –adaptación adolescente de Thelma y Louise–; y a otras como Claire Danes quien afortunadamente le quitó el papel protagonista de My So Called Life, Drew Barrymore o Winona Ryder), la película pasa hoy sin pena ni gloria a lo que no ayuda precisamente el olvido en el que han caído los tejidos de látex, su protagonista Alicia Silverston o el triste destino de la coprotagonista Brittany Murphy. Como nota curiosa, destacar que uno de los pretendientes frustrados de Tai (papel de Brittany Murphy) es Jeremy Sisto, el padre del personaje Tessa Altman en la serie Suburgatory, otro título imprescindible para los amantes del cine de instituto.