viernes, 21 de febrero de 2014

Carrie



La sangre como vida y muerte

Que “la sangre es la vida” parece una afirmación razonable si pensamos en este líquido como en el vehículo que transporta todo aquello que necesitamos para vivir. Sin embargo, dejando las consideraciones científicas al margen, la realidad es que la sangre, su contemplación, se considera habitualmente y en la mayoría de las culturas como una señal de peligro o amenaza, como un mal presagio o un aviso de muerte inminente.

Tod Browning. Drácula, 1931.

Peter Sasdy. Taste the Blood of Dracula, 1970.



La célebre frase que Bram Stoker inmortalizaba en Drácula no reflejaba, ni refleja hoy en día, una opinión generalizada y es que ver una mancha o un flujo de sangre tiene, habitualmente connotaciones negativas pero sobre todo tiene la capacidad de infundir miedo y terror, un miedo primigenio y básico, el miedo a la pérdida, su pérdida y, por tanto a la muerte.



Precisamente por estas razones considero que Carrie (ya se en la versión del 76 o en las posteriores) es una película tremendamente especial. Carrie es un híbrido cinematográfico que aúna una historia tradicional de instituto: chica marginada consigue ir al prom con chico popular; con una historia, no tan tradicional, de terror: chica marginada desarrolla poderes telequinéticos y se venga de sus compañeros masacrándolos en el prom.



El poder de la sangre o Apocalipsis Prom

Una película que empieza, sigue y acaba con la sangre. Carrie se inicia en los vestuarios del gimnasio. Su protagonista tiene, por primera vez y de forma exageradamente aparatosa, la menstruación. Poco educada y peor cuidada por una madre absorta en el fanatismo religioso, Carrie no sabe nada del cuerpo humano ni de sus dinámicas. No es capaz de entender los motivos por los que sangra y la contemplación del flujo sanguíneo brotando de su cuerpo la sume en el más puro y genuino terror. A la sangre sólo le sigue la muerte. Carrie sabe eso, aunque no otras cosas, y reacciona como probablemente hubiera hecho cualquier otra adolescente que, como ella, viviera aislada del mundo real.

Briam de Palma. Carrie, 1976.

Kimberly Peirce. Carrie, 2013.
La sangre continúa presente como mancha en la falda de la profesora que atiende a la desesperada Carrie. Su contemplación ya no es algo reducido al ámbito femenino de los vestuarios. Todos presencian la sangre y, su visión, les terminará llevando a la muerte.



La sangre de cerdo, que en una broma más que pesada vierten sobre Carrie en el baile de instituto, se asocia en los diálogos de la película con la sangre femenina y es que, probablemente, si la sangre hubiese sido de otro tipo menos controvertido –una herida, un corte…– la catástrofe que asola el instituto quizás nunca hubiera sucedido.

La sangre que jamás debe verse, la más peligrosa pues es inerte, se expone abiertamente y presagia la desgracia que más tarde acontece pero, en la ambivalencia de este material, no sólo causa muerte sino que le otorga a Carrie el poder y las capacidades telequinéticas que le permitirán vengarse de todos aquellos que la han maltratado y sólo así, escapar de su miseria.

La sangre trae la muerte pero también atrae el poder y la capacidad de acción y decisión a un sujeto indefenso y pasivo que, finalmente, se defiende. Nuevamente, la sangre es la vida pero, en esta película, es muchísimo más: un hilo conductor, un recurso visual, un motivo de reflexión, una metáfora, un reclamo, etc. etc.



Briam de Palma. Carrie, 1976. Antes y despúes.



La transgresión de la sangre

La sangre femenina adquiere en esta novela y en las distintas películas que se han hecho, un protagonismo y unas connotaciones que creo nunca se habían expuesto tan abiertamente a nivel comercial y masivo. La película tuvo mucho éxito, sigue siendo según Wikipedia una de las más vistas los días de Halloween pero ¿entendemos verdaderamente de lo que habla y captamos sus múltiples niveles y lecturas?

Sólo diré que para la crítica de cine feminista y el cine de terror releído en clave de género es un título fundamental, pero también lo es para los amantes de la antropología, la sociología y la cultura.
Carrie empoderada, 1976.

Carrie y el poder erótico de la sangre, 2013.


Para mí, la versión de Brian de Palma continúa siendo la mejor de todas por distintos motivos. Todas están bien adaptadas respecto a la novela (que tampoco me parece que sea delirantemente buena en tanto en cuanto no creo que Stephen King sea un maestro de la escritura aunque sí de la narración de buenas historias) pero, aunque el remake de 2013 me ha gustado y considero que, como  película, es  mucho más amena, la corrección política que tanto se lleva ahora y que la impregna, le quita cierto encanto a la historia al despojarla del morbo causado por la crueldad descarnada y sin tapujos, y de la estética cutre, de película erótica cutre, de canal cutre de madrugada que tiene la película de los 70.



Pd: Muy recomendables para los amantes del terror, adolescente o no, y su lectura en clave de género los libros Men, Women and Chainsaw. Gender in the Modern Horror Film de Carol J. Clover y, para los que además les vaya la vertiente abyecta y psicoanalítica, The Monstrous-Feminine. Film, Feminism, Psychoanalysis de Barbara Creed.

viernes, 7 de febrero de 2014

Teenage Tragedy Songs


Esta semana se dan dos circunstancias, que el sábado pasado se celebró en el Siroco de Madrid el 35 aniversario del programa de radio Flor de Pasión y, que el lunes pasado, como precisamente Juan de Pablos trató en su maravilloso espacio semanal de Radio 3, se cumplía el 55 aniversario del fallecimiento de Buddy Holly, Ritchie Valens y The Big Bopper.
Pensando tanto en Juan de Pablos –para mi encarnación suprema de lo que significa el estilo adolescente en el terreno musical y el de la pasión, la emoción y la vitalidad como actitudes teenagers fundamentales– y, como él mismo dijo, en “el día que murió la música”, me he acordado, y creo que le gustaría mucho este tema del que sabe muchísimo, de las Teenage Tragedy Songs.




Las Teenage Tragedy Songs fueron un género musical popularizado a finales de los años 50, principios de los 60, que consistía en realizar canciones –por lo general baladas– en las que se lamentaba la muerte trágica de un adolescente. Se hacían desde la perspectiva del propio adolescente moribundo que recuerda su corta vida extinta, o desde la de la pareja que se ha quedado sola y abandonada por culpa de un destino cruel e inexorable. Canciones que se grababan en vinilos popularizados con el nombre de “Death Discs”, uniendo los opuestos de la adolescencia y la muerte en una práctica musical morbosa pero comercial que, entre otras cosas y en muchas ocasiones, solían describir estereotipos e iconografías de jóvenes con chaquetas de cuero, tupés, motos y tantos otros elementos asociados con el peligro y el desafío de las convenciones y, por lo tanto, asociando su desgracia a su estilo de vida y aportando a estos discos un toque de moralina muy propio de los Estados Unidos de los dorados años 50 y 60.

The Shangri-las, años 60.

Los grupos que practicaron este género son innumerables. Entre las canciones más conocidas probablemente esté Leader of the Pack de Las Shangri-las (1964), uno de sus temas más famosos –yo soy más de Maybe, pero bueno– y considerada, en las innumerables listas musicales de los personajes de Alta Fidelidad de Nick Hornby como una de las mejores canciones sobre la muerte.

In the Ghetto de Elvis Presley (1969), Black Denim Trousers and Motorcycle Boots de The Cheers (1962) o Wayne Cochran & the C.C. Riders con Last Kiss (1962) o A Young Man is Gone de The Beach Boys (1963) son otros ejemplos de Teenage Tragedy Songs. Una práctica que se extendió posteriormente a grupos como Los Ramones –exponentes del espíritu teenage por antonomasia y, en el caso de Joey Ramone, amante de la música de los 60– con títulos como You're Gonna Kill That Girl o 7-11, Depeche Mode con Blasphemous Rumours, Los Smiths con un toque más ácido en Girlfriend in a coma, The Misfits con Saturday Night o Deatch Cab for Cutie que precisamente tomó su nombre de la canción que lanzaron en 1967 Bonzo Dog Doo-Dah Band. ¡Hasta Katy Perry tiene una Teenage Tragedy Song, The One that Got Away!

The Smiths, años 80.

Ep de Jimmy Cross con el tema I Want my Baby Back.
El género no trascendió sólo con homenajes posteriores, sino que en su momento también se hicieron muchas parodias como la de Jimmy Cross con I Want My Baby Back, en la que primero narra un accidente de tráfico en el que su novia muere desmembrada “…and there was my baby, and there was my baby too…and over there, there was my baby…!” y, posteriormente relata cómo es incapaz de superar su pérdida por lo que desentierra su cuerpo y decide recuperarla yaciendo con ella. Algo así como el amor zombie de los Vegetales versionado posteriormente por Alaska y Dinarama aunque, como en este caso, el novio de la canción es directamente un ser de ultratumba de edad indeterminada, no creo que pueda considerarse una Teenage Tragedy Song.

Para terminar, os dejo con la canción Buddy Holly un homenaje de Weezer que sea una Teenage Tragedy Song o no, sirve a la perfección como homenaje a este género, sus músicos y su época.