viernes, 27 de diciembre de 2013

Pretty in Pink



El rosa como camuflaje ¿político?
Hay algo en el argumento de La chica de rosa (1986) que nunca ha terminado de convencerme. O mejor dicho, pero peor expresado, hay algo que me chirría.
La película me fascina por múltiples razones de las cuales, algunas, son las que creo que la han convertido en un película de culto (el color rosa, su reparto, la banda sonora, la ambientación, los personajes, los outfit, el mensaje, ¿he mencionado ya el color rosa?…) pero no creo que haya sido la trama lo que ha consagrado a la película.
Puede que, muy probablemente, me falte contexto –nunca he sido una teenager norteamericana en la década de los 80–, o que le falte contexto a la película pero, el hilo conductor de la desigualdad de clases que recorre el film, siempre me ha chocado bastante. La película es de 1986 y para aquel entonces la clase media estadounidense –a la que se retrata a través de la historia del amor y la cotidianeidad de los personajes protagonistas– ya estaba más que consolidada por lo que la historia shakesperiana de bandos enfrentados por la diferencia, siempre me ha descuadrado un poco. Al menos en esta década.

Grease, que es del 78 pero se ambienta en los 50, juega también con esta idea y, sin embargo, no me chirría tanto aunque quizás no sea el mejor ejemplo que pueda poner ya que es una película que me genera bastantes problemas (ya contaré otro día por qué).


Pretty in Pink.
Grease.
Volviendo a La chica de rosa… quizás si el enfrentamiento se hubiera llevado por el lado de las tribus urbanas –cuando además estéticamente en esta película se ha connotado tantísimo la procedencia de cada personaje con su estética y sus outfits– o la clásica rivalidad de instituto entre losers y populares me chocaría menos el argumento, aunque la “clásica” lucha entre Reinas del baile y Empollones probablemente le habría restado dramatismo, y desde luego romanticismo, a la película.

Por ello y pensando en el hecho de que las “diferencias sociales” fueron un recurso al que habitualmente recurrió John Hughes –autor y productor de La chica de Rosa pero también director de otros muchos títulos fundamentales para el cine de género adolescente como 16 velas, The Breakfast Club, Some Kind of Wonder o la saga de Solo en casa– en sus obras de los 80, creo que lo que la trama intenta hacer es hablarnos –con una historia dulce, apasionada, moderna y muy juvenil– de la situación y el contexto de la Norteamérica del momento en la que gobernaba Ronald Reagan, el paro estaba a la orden del día, la política interna era extremadamente insensible hacia los problemas sociales y el bienestar de las instituciones públicas, la pandemia del sida era un hecho imparable, la política exterior era tremendamente agresiva… nada que no nos suene ni que, lamentablemente, no nos resulte familiar.
Y, sin embargo, John Hughes habla de todo esto sin hacerlo, planteando una historia en la que una maravillosa Molly Ringwald no se siente cómoda saliendo con un no menos maravilloso Andrew McCarthy por cuestiones de clase.
Pretty in Pink. Conflicto en la calse de gimnasia.
La película no es ni muchísimo menos política y esta interpretación es personal, pero son muchos los films de esta década que –en clave romántica o de humor como en Entre pillos anda el juego (1983) o Flashdance (1983)– plantean asuntos similares generando, a través de un cine de gran consumo y sin demasiadas pretensiones, una pequeña brecha en el maravilloso sueño americano. No se nota, prácticamente no se ve, pero está ahí.

Pink oda. Difference oda
Al margen de mis idas y venidas en torno al argumento la película me gusta tanto que no sé ni por dónde empezar a hablar de ella.
Si mencionábamos que el problema de la clase es uno de los hilos conductores de la película también lo son la música –la selección es magistral y probablemente una de las mejores bandas sonoras de la década–, la búsqueda del yo individual y diferente, y el color rosa.
El rosa es un color menospreciado y vilipendiado, considerado “de chicas” y por ello minusvalorado y, sin embargo, la protagonista lo ensalza con su vestuario, con su estilo y con su actitud independiente y segura de sí misma con la que da una lección a tantos otros personajes cinematográficos femeninos cuando, abandonada por su pareja para el prom, decide ir ella sola y aparecer en el baile sin complejo alguno (Tomad nota y, a ser posible ejemplo, queridas Carrie Bradshaw).

Fotogramas de Pretty in Pink.
Andie (Molly Ringwald) no podría estar mejor que llevando esos leggins tie dye con camisa rosas, el mítico vestido de encaje barato y satén que ella misma se hace para el baile, sus chalecos de ganchillo, sus chalecos de flores, sus pendientes desparejados o sus medias rosa pastel a juego con su cuarto y su bata rosa son espectaculares, icónicos y ultramodernos.
Los otros personajes no se quedan atrás, el look estrafalario de Duckie, los trajes de lino y los mocasines ¡¡sin calcetines!! de Blane (Andrew McCarthy) y Steff (James Spader) o los estilismos de Iona, mi favorita, que pasa del rollo Siouxie al estilo falda de tubo de los 40 con un tocado futurista a lo Regreso al futuro, al look sixtie de su prom, el oriental chic con pelucón rubio y el yuppie ochenteno del final de la película con perlas y permanente corta incluidos. Un personaje que se reinventa y se divierte haciéndolo, que dirige su propia tienda de discos y que sirve de modelo a seguir para Andie.
El papel de Iona se le ofreció previamente a Angelica Huston (la idolatro pero creo que hubiese sido demasiado mayor) y para Tracy Ullman (que además de demasiado británica creo que le hubiese quitado el toque sexi que Annie Potts aporta al personaje y a la subtrama en la que Duckie y ella tontean descaradamente).


Estilismos de Iona en Pretty in Pink.
Este último dicen que ha inspirado a Lady Gaga para uno de sus conjuntitos.
 El papel de Andie siempre se pensó para Molly Ringwald (se comenta que no tuvo claro al principio si aceptarlo ¿WTF?) pero algo más difícil fue dar con Duckie ya que en un primer momento se quería contar con Anthony Michael Hall (demasiado repetitivo en mi opinión pues ya salía con Ringwald en 16 velas y Breakfast Club) y luego con Robert Downey Jr aunque hasta el Cazachicas no se toparía en el camino de Molly ya que fue un estupendo Jon Cryer el que se hizo con un papel. Todo un acierto y es que incluso cuando se cambió el primer final pensado para el film (en el que su idolatrada Andie y él acaban juntos) Cryer pasó a la fama gracias a los diálogos brillantes de su personaje, su pasión y la escena memorable en la que baila a Ottis Redding. Como curiosidad, la Duckette a la que Duckie conoce en el prom es Kristy Swanson, protagonista en 1992 de la película –que luego originaría la serie– Buffy la  cazavampiros.
No querría yo olvidarme, como si lo ha hecho la industria del cine, de Harry Dean Stanton. Un actor excelente que representa al padre de Andie en este film dándole un verismo y una ternura al personaje como ya lo haría en otras de sus películas como Alien o, mi favorita, Paris Texas.

Momentos Top Ten
Para terminar, enumerar algunos de mis momentos favoritos del film:
1-Que la película surgiera y se inspirara en la canción de Psychedelic Furs que le da título, Pretty in Pink (1981).
2-James Spader. Me gusta especialmente cuando Andie le rechaza al comienzo de la película, pero su pelazo, sus muecas y su actitud le convierten en uno de mis personajes favoritos.
-You´re a Bitch.
-I have taste.
3-Andie de compras. Una dependienta la mira de arriba abajo con cierto desprecio y Andie se tapa, ligeramente avergonzada con su chaqueta. ¿Os suena? Volveríamos a ver este momento años después en otro film también inspirado en una canción, Pretty Woman ¿Casualidad?
4-El baile nostálgico que se marcan Andie e Iona escuchando Cherish de The Association.
5-El momento clarividente de “avance tecnológico” –y de los tiros que tomarían las relaciones online en la era de Internet– cuando Blane tontea con Andie usando unos truquitos bien buenos del MS-Dos en sus gigantescos Pcs.
Pretty in Pink.
Pretty Woman.
6- El minipapel de Gina Gershon (iniciando por aquel entonces su carrera) como amiga pija-tonta de una de las antagonistas de Andie, un tipo de relación que veremos repetida en muchas películas posteriores desde Mean Girls hasta Gossip Girl.
7-La charla “metafísica” que tienen Duckie y el portero (el humorista Andrew Dice Clay actor principal del terrible film Las aventuras de Ford Fairlane, el detective rocanrolero) de la discoteca donde no le dejan entrar sobre el amor. ¿Conclusión? Love is a Bitch.


Fotogramas de Pretty in Pink.

8-El beso robado que Duckie le propina a Iona.
9-El primer beso de Andie y Blane. Muy realista, aunque no tanto como mi beso realista favorito (véase Mujercitas, a Winona Ryder y Christian Bale. Hay babas, no digo más).
10-Todo lo que sale de color rosa.
        
Pretty in Pink. Diseñando el mejor vestido para prom ever.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Somos las Stains y ¡No nos abrimos de piernas!



Para Mary Muffins Djs, con mi amor y mi eterna admiración



Ladies and Gentlemen, the Fabulous Stains!

Hasta hace apenas unos días no tenía ni idea de la existencia de esta película. En este caso, no me siento como una completa ignorante –aunque pueda serlo– ya que la película es prácticamente desconocida.



Para muchos es un título de culto –he de decir que no me extraña pues, tras haberla visto estoy completamente obsesionada con ella– pero, como buen film de culto, nunca pudo verse en los cines tras un pobre estreno en una sala de Denver que, probablemente, no fuera la mejor ciudad del mundo para proyectarla. Desde su “estreno” en 1982 la cinta se exhibió en distintas salas de arte y ensayo norteamericanas y de ahí, directamente pasó a la televisión. Hasta 2008, casi 30 años después de su primera aparición, no se hizo un DVD con la película que ahora, vía Internet, es relativamente fácil de encontrar o descargar.



Ladies and Gentlemen, the Fabulous Stains! trata la historia de tres adolescentes que forman una banda y huyen, de gira, de la gris y deprimente ciudad suburbial en la que viven. Pronto su look radical y sus actuaciones desafiantes llaman la atención de la prensa local y, una vez en los medios, acaparan la atención de cientos de jóvenes que, como las Stains, se sienten desencantadas y dispuestas a todo para marcar la diferencia.


The Stains. Foto: Caroline Coon.
Tras un primer concierto de las Stains en el que predomina la actitud frente al talento musical, la banda va ganando confianza y pronto triunfan en el mundo de la música aunque, como suele pasar para que las historias no sean demasiado bonitas, pronto descubren que el éxito tiene doble cara y que la fama es más amarga de lo que parece.



We don´t put out

Una de las primeras cosas que dice en su primer concierto la protagonista Corinne “Third Degree” Burns, protagonizada por una catorceañera Diane Lane tras rechazar el papel una catorceañera Jodie Foster, es: “We don´t put out”, es decir, “no nos abrimos de piernas”. Evidentemente el significado de esta frase no es literal sino que es una declaración de intenciones y principios, un desafío lanzado a una audiencia poco amistosa –pueblerinos americanos patriarcales y heterocéntricos– a los que se les está avisando que tengan cuidado: los roles han cambiado, ya no pueden hacer lo que quieran contigo, ya no pueden decirte qué hacer y qué no. Nadie te jode y, por lo tanto, no te abres de piernas.


De hecho, esta idea de empoderamiento femenino/feminista se percibe nada más comenzar la película cuando Corinne deja su trabajo en un restaurante de comida rápida y se enfrenta a su jefe, o cuando se ríe en el camerino del cantante de The Looters, grupo al que las Stains van a ver a un concierto y al que siguen y talonean para, posteriormente, terminar convirtiéndoles en sus teloneros y mofándose de ellos con una versión mejorada de su tema, The professionals. Otro ejemplo es el relato que la reportera local hace del fenómeno “skunk” (mofetas, como se llama a las fans de las Stains por su pelo teñido de blanco y negro) apelando a la capacidad de las Stains para alterar el orden femenino conocido, involucrando a otras chicas para que cuestionen y critiquen aquello que las rodea.

Este legado, en mi opinión el más importante de la película, lo recogieron como relevo muchas bandas y cantantes posteriores, declaradas fans del film, desde Courtney Love hasta las Bikini Kill.

 


En cuanto a The Looters (grupo que en el film está formado por el actor Ray Winstone, Steve Jones y Paul Cook de los Sex Pistols y Paul Simonon de The Clash), para mi son de algún modo la representación hegemónica y estereotipada de los grupos punk que triunfaron a finales de los 70: británicos, inconformistas, poco respetuosos con sus “antecesores” musicales… pero, sobre todo, una especie de contrapunto de las Stains ya que, así como ellos se mofaban de los Metal Corpses (el grupo ¿Glam? que en teoría inicia la gira como estrella de cartel y que abandona tras morir de sobredosis su bajista), las Stains terminan superándoles a ellos.



Pero si en algo se parecen los Looters a los grupos a los que representan en la ficción, es en su actitud hacia las Stains ya que, como tantos otros, ante la falta de habilidad técnica entonan la eterna perorata de que las chicas no saben de música y/o no pueden ser rockeras sólo que, cuando demuestran que sí lo son, ellos siguen insistiendo en hacerlas de menos y en presentarlas como un fraude comercial ante sus fans.

The Looters. Foto: Caroline Coon.

We are skunks

La película, escrita por la guionista Nancy Dowd, se titulaba originalmente All Washed Up y, entre otras cosas, muy probablemente pretendía desmitificar la escena musical del punk y visibilizar los esfuerzos femeninos a nivel musical, ideológico, estético y mucho más. Esto se percibe en el film pero no tal y como Dowd debía querer –se intuye que algo pasa con el final ya que éste no termina de cuadrar– lo que, sumado a ciertas intromisiones sexistas durante el rodaje le llevaron a firmar el guión con un seudónimo pues el resultado no fue el que esperaba cuando hizo el texto.



A pesar de ello, la película es excelente. Tiene ritmo, y no sólo por canciones como Waste of Time, sino por cómo encajan los personajes –a cada cual más llamativo como por ejemplo una jovencísima Laura Dern que, con sólo 12 años, tuvo que deshacerse de la custodia de su madre para poder ir a rodar a Canadá–, por lo que nos cuentan y por el modo en que lo hacen.



Dibujos de Caroline Coon.
En este sentido la intervención y asesoramiento de Caroline Coon quien ideó los estilismos de la protagonistas –uno de los platos fuertes del film y todo un referente de estilo hoy en día– fue crucial ya que dotó a la película de una veracidad, un realismo y una fuerza visual que no se encuentra en otras cintas –de temática parecida o no– de la época.



Son muchos, en definitiva, los motivos para ver Ladies and Gentleman, The Faboulous Stains! pero, teniendo en cuenta que todavía, en muchos sitios se censura el entusiasmo y la libertad de criterio, merece la pena ver este film para recordarnos que las convenciones están para saltárselas y que, como decía Emma Goldman: “If I can´t Dance, I don´t want to be part of your Revolution” o, como dicen las Stains: You can be different from all the other girls. 


lunes, 9 de diciembre de 2013

Fuera de onda



Últimamente me siento un poco fuera de onda. Una sensación inoportuna y medianamente familiar que, en esta ocasión, me ha hecho pensar, entre otras cosas,  en la película que Amy Heckerling rodó en 1995 con la por entonces muy popular Alicia Silverstone.




Fuera de onda o Clueless, en su idioma original, fue una adaptación cinematográfica teenager y noventera –cuando los noventa eran sinónimo de skaters, superposiciones y bolsos de plástico y/o transparentes– de la novela Emma, escrita por Jane Austen en 1815.

Como en la novela original, Clueless trata sobre una joven guapa y rica que intenta impulsar socialmente a sus amigas menos favorecidas ayudándolas a encontrar su pareja idónea. La película traslada las situaciones de esta torpe casamentera desde la Inglaterra de Regencia a Beverly Hills, cambiando las cintas y las muselinas por los zapatos de plataforma y los vestidos súper ceñidos, además de rebautizar a la protagonista como Cher, igual que la cantante que, algo fuera de onda por aquel entonces, debió animarse con el optimismo contagioso de su tocaya y lanzaba, tres años más tarde, el disco Believe con el que volvió de lleno a las listas de éxito.

Adaptación cinematográfica de Emma, 1996.
Brittany Murphy y Alicia Silverstone en Fuera de onda.
Fuera de onda lleva un clásico de la literatura a los pasillos de un instituto en el que, como buena película de cheerleaders y taquillas, hay fiestas, bailes, flirteos, desengaños y todo tipo de situaciones propias del género cinematográfico adolescente. Al igual que en la novela de Austen, la protagonista se nos presenta al principio como chirriante y superficial pero la antipatía inicial que produce el personaje (similar a la que causa Reese Witherspoon en los primeros minutos de Una rubia muy legal) se va traduciendo en simpatía según van transcurriendo los acontecimientos de la trama.



Quizás algo más de soslayo que en la novela, el film trata el “drama” adolescente de aquellos que no consiguen ser populares en esos terribles institutos norteamericanos en los que no parece haber nada más importante que ser los reyes del baile aunque, la amabilidad condescendiente y azucarada de la protagonista con aquellos que “no son populares”, genera un hilo conductor mucho más amable y humorístico que el que se puede ver en otras películas similares como La chica de rosa o, de manera mucho más dramática, Carrie.





Pero si algo hace verdaderamente atractiva a Fuera de onda es su estética y el modo en que adelantaba algunos elementos propios de la adolescencia que, por entonces eran incipientes pero que hoy son una realidad plenamente asentada. Una vez superado el sonido Seattle y el tie-dye grunge de comienzos de la década, Fuera de onda supuso una apuesta por la trivialidad, el color, los materiales sintéticos, los bolígrafos con pompón, la normalización de la sexualidad adolescente y las nuevas tecnologías representadas, entre otras cosas, por los móviles tamaño mando a distancia que no sueltan –ni en clase de gimnasia– las protagonistas.



Fuera de onda no hace uso ni de los pechos desmesurados ni de la ingenuidad que se podían ver en algunos ejemplos del género adolescente de los ochenta sino que introduce, a nivel comercial, conversaciones sobre pérdidas de virginidad y otras prácticas sexuales sin hacerlas parecer algo obsceno o poco natural. En el polo opuesto estarían las películas de Gregg Araki o la polémica Kids de Larry Clark en las que la realidad es la misma pero en las que el tono y la sordidez surrealista las alejó del mainstream reduciendo su alcance y, por tanto, su influencia incluso cuando hoy, son películas de culto.

Escenas de Fuera de onda.

Fuera de onda es la crónica anunciada de una generación hipercomunicada y tecnológica y, aunque el argumento y la intención del film, no incidieron en estos aspectos, no puedo evitar ver la película sin sentir que hay resquicios que me hablan de los inicios de al menos una parte de la cultura adolescente que existe hoy en día.



A pesar de la que película recogió tras su estreno buenas críticas, y de que otros films como Mean Girls o la serie Gossip Girl han recogido en cierto modo el legado de esta película y, a pesar de que Alicia Silverston se convirtió en una de las divas teen más aclamadas del momento (junto a Liv Tyler con la que se consagró gracias al bombazo del vídeo Crazy de Aerosmith –adaptación adolescente de Thelma y Louise–; y a otras como Claire Danes quien afortunadamente le quitó el papel protagonista de My So Called Life, Drew Barrymore o Winona Ryder), la película pasa hoy sin pena ni gloria a lo que no ayuda precisamente el olvido en el que han caído los tejidos de látex, su protagonista Alicia Silverston o el triste destino de la coprotagonista Brittany Murphy. Como nota curiosa, destacar que uno de los pretendientes frustrados de Tai (papel de Brittany Murphy) es Jeremy Sisto, el padre del personaje Tessa Altman en la serie Suburgatory, otro título imprescindible para los amantes del cine de instituto.


lunes, 11 de noviembre de 2013

Teen music: selección de vídeoclips

Los vídeos musicales se inventaron en los años 20, Oskar Fischinger fue entonces el primero en crear piezas de música en combinación con temas musicales, y tuvieron su auge en los 60 con programas dedicados al visionado de videoclips y grupos en directo como Top of the Pops o Ready!Steady!Go!; en los 80 con la creación de MTV y, ahora, con Youtube.

Miles de artistas los han usado desde entonces para darse a conocer, popularizar sus canciones, asegurarse ventas o, como no, polemizar (véase Madonna cuando lanzó su bombazo Like a Prayer).


Aunque hay millones para elegir, a continuación dejo algunos de mis vídeos favoritos en los que el hilo conductor, más allá de lo musical, es cierto regusto teen y una estética muy marcada entre lo hipstamatic y el DIY, con un toque noventero grounge en algunos casos y el más puro estilo teen de instituto en otros.

Girls. Lust for Life



Vivian Girls. Take it as it Comes


Smith Westerns. Weekend


Best Coast. Our Deal, dirigido por Drew Barrymore


Y por último, y algo a mi pesar porque no me gusta nada la canción, el divertidísimo y muy logrado Last Friday Night de Katy Perry que capta a la perfección la esencia estética y visual de las películas ochenteras de instituto con John Hughes como dios absoluto del género y la mezcla con un toque noventero muy a lo Salvado por la campana. Lo mejor, la bizarrada de la aparición de Kenny G -como tío de la artista-, el cameo estelar del fantástico Corey Feldman (de los Goonies) haciendo de padre de Kathy Beth Terry  y ¡los Hanson tocando en la fiesta!



viernes, 8 de noviembre de 2013

Teen Photography: Olivia Bee



No hay nada más emocionante que tener quince años. Las nimiedades son eléctricas. Cada experiencia es un precipicio en el que caes voluntariamente de cabeza. No se trata de tener toda la vida por delante como se suele decir. Es todo lo que te puede pasar. En una sola tarde de verano. En una fiesta para la que has contado los días. En un encuentro inesperado. Es un nudo en el estómago por cada pequeña cosa.

Olivia Bee. Serie Lovers

Olivia Bee. Serie Lovers
Olivia Bee. Serie Lovers

Olivia Bee. Serie Lovers

Es una canción que bailas a oscuras en tu cuarto. La felicidad o la desgracia de las primeras veces. La deliciosa inexperiencia que sólo puede estar abocada al más terrible de los dramas o al más encantador de los desenlaces. La verborrea delirante de la vida a tus pies.

 
Olivia Bee. Serie Everyday

Las imágenes sencillas y desbordantes de Olivia Bee, digna heredera del fotógrafo post post adolescente Ryan McGinley -a su vez heredero de Larry Clark o de la estética de series como End of an Age del extraordinario Paul Graham-, plasman la belleza singular de lo desconocido primigenio. Contienen esos primeros pasos, tanteos, fracasos y grandes victorias.

Larry Clark

Ryan McGinley








Paul Graham. Serie End of and Age, 1996-1998


Momentos perfectos captados en el instante justo. El esmalte craquelado en unos dedos que ejecutan una caricia, un corazón pintado para alguien en la pared, una despedida, un arco iris que se desvanece o unas luciérnagas atrapadas en el bosque.
 
Son pequeñas cosas que, retratadas con la óptica sobredimensionada y apasionada de la adolescencia, se convierten en poesías visuales. Relatos coloristas y desenfocados narrados de primera mano. Alejados de los habituales clichés, aportando nuevas construcciones de esa esencia emocionante que, según dicen, se pierde con el tiempo pero que Olivia Bee atrapa en sus imágenes: recuerdos inalterables de la emoción cotidiana que supone el tránsito a la vida adulta.

Olivia Bee. Serie Everyday

Olivia Bee. Serie Everyday
Olivia Bee. Serie Everyday


Olivia Bee. Serie Everyday

jueves, 25 de julio de 2013

Baby, I Love You

Simplemente “te quiero”. La mayor obviedad posible, las palabras más evidentes para una canción de amor desencadenan unas primeras estrofas, torpes y sinceras, protagonizadas por ese momento previo, incómodo pero emocionante, en el que alguien que no puede esperar un segundo más para declarar sus sentimientos balbucea intentando explicarlos. La conclusión, tras una serie de frases hechas, que se agolpan incrementado la tensión del momento, es previsible y sencilla: Baby, I Love You.


Un momento que se piensa y se ensaya, que se imagina con el deleite del triunfo o con la desesperación del fracaso, que se magnifica o se minimiza en función del momento y de la experiencia pero que, al final, tras el suspense incontenible que suelen acarrear las primeras veces termina, simplemente, con un “te quiero”. Al menos en las canciones. Al menos en esta canción en la que, una vez se pronuncian “las palabras mágicas”, la melodía y los coros que las acompañan no pueden parar de repetirlas: Baby, I Love You; Baby, I Love You; Baby, I Love You.
The Ronettes.
Compuesta por Jeff Barry, Ellie Greenwich y el mítico Phil Spector en 1963, Baby, I Love You quería repetir la fórmula de una canción que los mismos creadores habían lanzado tan sólo unos meses antes: Be My Baby. Un hit que alcanzó un segundo puesto en las listas y que supuso la tan esperada llegada al éxito de The Ronettes. Conocidas en un primer momento como The Darling Sisters y, a principios de los sesenta, como Ronnie and the Relatives, aludiendo a los vínculos familiares de las componentes (Veronica y Estelle Bennet eran hermanas mientras que Nedra Talley era su prima), las tres jóvenes de apenas veinte años fichaban por la compañía de Phil Spector (Philles Records) tras años intentando abrirse hueco en el complejo panorama musical de la época.


Reuniones familiares, clases de canto, sustituciones y sobredosis de maquillaje y peluquería para actuar furtivamente en clubes para los que no tenían edad, resumen los primeros años de esta formación que, a pesar de sus esfuerzos, no terminaba de encontrar su sitio. Cansadas del fracaso en las listas y de ser las coristas y bailarinas para los cantantes masculinos de turno, Estelle decidió llamar a un prometedor Phil Spector y pedirle una audición. 

The Ronettes.
Es así como, en 1963, la suerte cambia para The Ronettes. De la noche a la mañana, se convierten en las voces que encarnaron uno de los mayores éxitos de Spector, el muro de sonido, técnica de estudio que consistía en grabar y acumular varias capas de sonido añadiéndose a la instrumentalización original y generando una melodía densa, tremendamente orquestada, profunda, llamativa y novedosa. El sonido de los sesenta.


La inquebrantable voz de Ronnie supo otorgar un brillo especial a las joviales melodías de Spector que, plenamente consciente de la valía de la joven, intentó deshacerse de las otras componentes del grupo al considerarlas incapaces de funcionar en un estudio. Fruto de esta incipiente obsesión del productor por la que más tarde se convertiría en Ronnie Spector, sometida y abocada a un matrimonio destructivo del que literalmente tuvo que escapar, se llevó a cabo la grabación de Baby, I Love You. Separada del resto del grupo, a quien Spector envió de gira, Ronnie grabó este tema en California, acompañada de Darlene Love y una jovencísima Cher a quien también se le habían encargado los coros de Be My Baby y a la que Spector conocía por ser la novia de uno de sus empleados, Sonny Bono.

Cher en los 60.
Años más tarde, en 1974, Spector volvería a apostar por Cher en una nueva versión de este tema, pero su ritmo decelerado, su languidez y su mediocridad respecto a la original hicieron que la canción no sólo no triunfara, sino que nunca llegara a formar parte de un álbum.


Pero en noviembre de 1963, con el éxito de Be My Baby todavía resonando en las radios, Baby, I Love You parecía abocada a un éxito imparable y, de hecho, en tan sólo unos días alcanzó el puesto 24 en las listas norteamericanas. Pero la tragedia de Baby, I Love You fue la misma que la de la Norteamérica idealizada de los sesenta: el asesinato de Kennedy. Cuando todavía no se sabía nada del movimiento hippie ni de sus reivindicaciones, y aún quedaban lejos el punk, los ochenta, el grunge y las Riot Girrrls de los noventa; cuando la música todavía se contemplaba como algo inocente y, aparentemente, desligada de la política; la eliminación de las emisoras de radio y de las listas de ventas de todas las canciones alegres y esperanzadoras demostró que esta creencia no era cierta y, un luto exagerado y riguroso se impuso en los Estados Unidos, anticipando la manipulación mediática, las estrategias de modificación de la conducta social y la tristeza de los años venideros con la guerra de Vietnam como epitafio del sueño americano y el anuncio de una nueva era.


De este modo fue como el segundo single de The Ronettes pasó desapercibido para la historia y, aunque fue incluido en el álbum Presenting the Fabulous Ronettes a finales del 64, Be My Baby siempre ha eclipsado el recuerdo de este grupo que se extinguió en 1967 y que, en los últimos años, tuvo que compartir giras con bandas como The Beatles o The Rolling Stone sin poder evitar sentir, una vez más, que regresaban a ese origen de acompañamientos y coros de los que, a principios de los sesenta, habían intentado huir.


Y sin embargo, no cuesta imaginar durante esos años sesenta, en la ciudad de Nueva York, a un joven preadolescente desgarbado que escuchaba con devoción, en la soledad de su cuarto y de sus primeros años, la música emocionante y, sobre todo optimista, de Baby, I Love You.


Devorando todo tipo de singles, coleccionando hits, adquiriendo discos con esfuerzo y dificultad, fantaseando con las voces amigas de grupos como The Crystals, The Shirelles o The Ronettes…:


-Jeffry, ¿alguna vez te he dicho lo bien que me siento al abrazarte[1]?- 

The Crystals.
Unos años antes de que Jeffry Ross Hyman se metamorfoseara en Joey Ramone y se convirtiera en el alma de la que fue la primera banda punk de la historia, Ramones; sus gustos musicales se nutrían en parte de los llamados grupos de chicas. Otras bandas como The Who o The Beatles también acompañaron a Joey en su infancia y, con la pubertad, sus gustos se abrieron paso hacia sonidos más actuales -y menos bochornosos para la imagen pública de un postadolescente- como los de los Stooges o, ya en los setenta, The New York Dolls. 

Joey Ramone con un gatito.
Todos marginales, todos peculiares, la primera formación de los Ramones se unía en 1974 con ninguna pericia técnica y sin pretensiones, con mucho menos éxito comercial y un sinfín de penurias personales que se acumulaban entre canción y canción (los trastornos compulsivos y la inseguridad de Joey, el talante violento y ultraconservador de Johnny, la adicción a las drogas de Dee Dee, las luchas de poder y las diferencias personales dentro del grupo…). Acostumbrados a tocar en su país en locales pequeños y clubes desconocidos, los Ramones dejaban con la boca abierta a todos los que los escuchaban. Sus letras hirientes, su humor negro, su sonido depurado, intenso y febril, su falta de habilidad y su absoluta despreocupación al respecto les convirtió en ídolos para todos aquellos que alguna vez quisieron formar una banda. No es sólo que dieran el pistoletazo de salida para grupos míticos ingleses como The Sex Pistols o The Clash sino que, a día de hoy, y curiosamente en la escena teen de la costa Este y neoyorquina bandas como The Vivian Girls, The Babies o The Black Lips beben todavía del sonido, la estética y el espíritu de los Ramones[1]

Ramones.
Ep de Helen Love.
The Dum Dum Gilrs.


En 1980 tras haber publicado Ramones (1976), Leave Home (1977), Rocket to Russia (1977) y Road to Ruin (1978) sin que la banda terminara de captar el gusto de la gran audiencia y, por tanto, sin obtener beneficios económicos notables probaron, en 1980, a producir un disco con un decadente y trastornado Phil Spector. Ya con una segunda formación de la banda en la que Marky Ramone sustituye a Tommy en la batería, sale a la luz un prometedor End of the Century con una versión de Baby, I Love You como primer tema de la cara B del disco.


Una versión brillante, una apuesta personal de Joey que veía por primera vez la posibilidad de imponer su criterio y sus gustos en el sonido de la banda que, con esta canción, admitía finalmente una de sus influencias sonoras (la sencillez, la armonía, la vivacidad, la emoción) y rendía así homenaje, casi sin saberlo y desde luego parte de los Ramones sin quererlo, a esos grupos “de chicas” olvidados y relegados con el paso del tiempo.

Bikini Kill.
La revisión de la historia musical y sus estereotipos y la visibilización de un legado femenino que exaltaron las Riot Girrrls, con su lucha, en los 90, fue algo que Joey Ramone supo ver con una década de adelanto. De hecho, la fusión de estilo y espíritu que se da en un tema como Baby, I Love You lo han convertido en epítome de un cambio que se necesitaba desde hace años y que se aprecia en grupos actuales, eminentemente femeninos, que descienden de estas dos vertientes musicales pero que poseen un espíritu novedoso de independencia, hechas a sí mismas y desvinculadas de figuras paternales como la del productor o las grandes discográficas, llenas de confianza y seguridad y rebosantes de solidaridad femenina (véase Take it as it Comes de The Vivian Girls). Grupos más que necesarios en un panorama en el que no todos los modelos a seguir pasan por hiperproducidas Lady Gagas o Lanas del Rey en un fenómeno, que por un camino mucho menos gustoso, llevaría de vuelta a las Ronettes, e incluso a los Ramones[2], y a la construcción identitaria de la música y el músico como productos de consumo.

The Vivian Girls. Take it as it comes.
Lady Gaga.
The Vivian Girls como The Ronettes.
Lo que en el caso de The Ronettes fue un intento de su productor por alcanzar otro éxito rápido y fácil, en el de Joey Ramone -para los Ramones como grupo no tuvo especial repercusión-, Baby, I Love You fue un intento de liberación, una apuesta personal y profesional, un acto de subversión con un tema que en principio, sólo en principio, no tenía nada que ver con una banda punk.


En la historia de esta canción, versionada en otras muchas más ocasiones, nadie ha sabido impregnarle tal emoción a esa primera declaración de amor como el eterno adolescente herido que de algún modo siempre fue, con su voz aterciopelada y su pronunciación dejadamente desgarradora, Joey Ramone. Con una tranquilidad ajena a la costumbre de un grupo que presumía de su capacidad para reducir el tiempo en el que daban sus conciertos, la canción Baby, I Love You adquirió, para cualquiera que desee detenerse a escucharla, unas connotaciones y una capacidad expresiva de tal calado que sólo es comparable a la sensación que se obtiene, en una de esas primeras veces, cuando alguien te mira fijamente y te dice: Baby, I Love You.





1. En Gales la banda liderada por Helen Love desde 1992 rinde culto a Joey Ramone y a la música de su grupo. Sus discos son un repertorio de melodías rápidas y pegadizas con títulos como Sheena's In Love With Joey Ramoney o Debbie loves Joey que rinden un homenaje evidente a la banda de Queens. En el otro extremo del planeta la banda Shonen Knife, conocidas como las Ramones japonesas, no sólo consideran a los Ramones su principal referente sino que, en 2011, lanzaron Osaka Ramones un disco tributo al concierto que la banda neoyorquina dio en Yokohama en 1997. También en Japón The Romanes interpretan y versionan todas las canciones del grupo en japonés.



2. No hay que olvidar que la imagen de los Ramones se convirtió en un signo de identidad y que, muchas de sus discusiones venían dadas por imposiciones tales como no olvidarse de vestir sus cazadoras de cuero, llevar un corte de pelo concreto o no dejar que miembros como Joey o Dee Dee hablaran con la prensa.