domingo, 16 de marzo de 2014

Dazed and Confused



Finales de mayo. Hace buen tiempo y las clases han acabado.

Estados Unidos, 1976. En poco más de un mes, se celebra el bicentenario de la Declaración de Independencia. En unas horas, una gran fiesta.

Los seniors persiguen a los novatos por toda la ciudad para apalearlos.

El quarterback del equipo de fútbol, la estrella del instituto, Randall "Pink" Floyd, se debate entre dejar el equipo, y con ello a sus amigos tirados, o seguir adelante el último año y firmar la petición impuesta por sus entrenadores de “no ingerir drogas en verano ni llevar cabo otras actividades que comprometan su rendimiento”.

El aire huele a marihuana.

Las chicas humillan a sus novatas en el parking de la escuela.

La cerveza llega a la hora equivocada, la fiesta se cancela pero la acción continúa.

Girls team. Dazed and Confused, 1993.

American Pie vs Cherry Bomb

En 1993 Richard Linklater reúne a un reparto de infarto y filma en Austin Dazed and Confused. Una película de los 90 en torno a un grupo de adolescentes de mediados de los 70, al igual que en su momento American Graffiti de Georges Lucas (1973), fue una película de los 70 sobre adolescentes de los 60.

Dos vueltas atrás en el tiempo, muy similares en la forma aunque no en el fondo, para situar la acción en la época en que sus respectivos directores vivieron la adolescencia. Un acierto, el contar lo que fueron, y un acierto, el hacerlo sabiendo lo que sabían quince años después.

Las dos películas tienen, a mi criterio, innumerables rasgos en común:

-Un casting de actores sobresaliente y certero, uno de los atractivos de ambas películas es ver quién sale y cómo de joven era entonces (Richard Dreyfuss, Harrison Ford, Matthew McConaughey, Ben Affleck, Renée Zellweger...)

Matthew McConaughey y Renée Zellweger en Dazed and Confused, 1993.
-Drive-ins y Roller Girls. Las dos películas comparten un imaginario estético y cultural muy similar. El retrato de esa América de provincias en la que la diversión consiste en “dar vueltas” y ver qué pasa. América sobre ruedas: el coche como pasaje a la libertad y la independencia, como posibilidad y escenario: cines para coches, hamburgueserías en las que se recoge el pedido, chevys, camionetas y descapotables…

American Graffiti, 1973.
-En ambas películas la acción transcurre el último día de instituto. Cambia el contexto y desde luego se nota la diferencia generacional entre una y otra película, pero ambas destilan la emoción que conlleva la edad, los comienzos y los finales, el vacío del futuro entremezclado con la emoción del presente y, en el caso de Dazed and Confused, con alguna que otra sustancia.

-Las historias entrecruzadas y entrecortadas, abiertas y sugerentes. Paradigmática la relación de John Milner, personaje que representa con la esencia de los cincuentas y la nostalagia de toda una época tras la muerte del Rock & Roll, y Carol, treceañera irritante e irresistible a la que termina acompañando toda la noche dejándonos con  unas ganas, muy perversas, de que suceda algo que no debería suceder.

American Graffiti, 1973 y Dazed and Confused, 1993.

En Dazed, este tipo de relación excitante y frustrada se repite y se multiplica en distintos personajes Jody y Pink, Cynthia y Wooderson (McConaughey), la también treceañera Sabrina y Tony o Sabrina y su breve encuentro con Mitch Kramer, etc. etc.

Una de las mejores cosas de Dazed and Confused es el hecho de que puedan pasar tantas cosas, en una noche, y, finalmente no pase nada. O, visto de otro modo, que pase tanto sin que pase nada y, lo que es mejor, que tantas cosas que no pasan puedan llegar a pasar en ese verano largo y prometedor que es la adolescencia materializada en menciones como el próximo curso o el evento del verano, el concierto de Aerosmith.


Confusos puede, pero no confundidos

Ambas películas comparten muchas cosas pero probablemente American Graffiti sea más angustiosa y desencantada, más nostálgica mientras que, Dazed and Confused a pesar de lo que pueda parecer, de ese aura de drogas, de las costumbres bárbaras pero aceptadas como ritos de iniciación que son, o a pesar incluso de los pantalones de campana, efectúa una crítica a esa cultura que el otro film añora, cuestionando la autoridad insensata e impuesta sólo por una cuestión generacional (Pink nunca firmará la petición de sus entrenadores), la hegemonía patriarcal (con alusiones críticas en torno al carácter heterodominante de referentes televisivos americanos como La isla de Gilligan o personajes bárbaros como Clint) o las burlas a la historia estadounidense, en el momento en que se va a celebrar el aniversario de su momento cumbre, con la reflexión fumeta en torno a Washington como adicto a la marihuana y miembro de un culto alienígena o la última clase de historia en la que una profesora les invita a pensar sobre el verdadero significado del 4 de julio (“un montón de hombres blanco que no querían pagar sus impuestos”).


Dazed and Confused, 1993.

Los diálogos densos y vibrantes de Linklater, una de las principales características de su cine, junto con frases para el recuerdo como la mítica “Lo que más me gusta de estas chicas de instituto es que yo me hago mayor, pero ellas siguen igual” hacen de Dazed and Confused una película asombrosa e imprescindible.

Un retrato de una generación a la que se le quiso colgar una etiqueta, de hecho se le colgó, sin pararse a escucharla ni a observar su variedad y su riqueza.